DESAFÍOS DEL ACUERDO CLIMATICO DE PARÍS PARA AMÉRICA LATINA

En la frontera de la innovación energética

La situación se América Latina tras el inédito compromiso que suscribieron los países del mundo en el Acuerdo Climático de París fue el tema central de la concurrida disertación que brindó el economista brasileño Ricardo Abramovay en la segunda jornada del XXIV Congreso de Aapresid “ResiliAR”. Las razones para que nuestros países abandonen la matriz energética basada en fósiles y se acoplen al nuevo paradigma de tecnologías limpias. El rol de la sociedad civil y el desafío de los gobiernos.  


En la segunda jornada del XXIV Congreso de Aapresid “ResiliAR”, tuvo, como en la mayoría de las exposiciones de esta edición, un fuerte contenido en favor de políticas innovadoras en favor del cuidado del medioambiente. Moderado por María Beatriz “Pilu” Giraudo, presidenta honoraria de Aapresid y actual funcionaria de la cartera de Agroindustria de la Nación, el economista brasilero Ricardo Abramovay encabezó el simposio “Los desafíos del acuerdo climático de París para América Latina”. Este reconocido docente de la Universidad de San Pablo alertó sobre la dependencia que la economía mundial sigue manteniendo respecto a los combustibles fósiles, pero se mostró esperanzado en la puerta hacia un nuevo paradigma que dejó, el año pasado, la firma del Acuerdo Climático de París, con la que más de 165 países se comprometieron a reducir las emisiones contaminantes y disminuir el aumento de la temperatura global a menos de 2º C para el fin de este siglo. “Estamos en la eminencia de un cambio que por el momento no está localizado, no aparece como un tema sectorial sino que estamos ante un cambio de modelo de utilización de los recursos, un cambio civilizacional. Paris fue un punto de partida”, dijo. El punto de inflexión respecto a la cumbre anterior, realizada en Copenhague, fue que en la conferencia francesa no hubo un voto de intención por parte de los gobiernos sino un compromiso firmado con una meta específica y con avances que deberán ir demostrando con medidas concretas cada cinco años. Con el 80 por ciento de la matriz energética global proveniente de fósiles, la continuidad de esta política implica que para 2036 el presupuesto de carbono se habrá agotado. Por lo tanto, la reducción de al menos un 50 por ciento de las emisiones de carbono aparece como algo inminente. Abramovay precisó que, a diferencia del éxito que tuvo la conciencia generada en pos de preservar la capa de ozono, todavía no se ha tomado dimensión de la incidencia en el cambio climático que producen las emisiones. En su opinión, eso sucede por la complejidad del fenómeno, que carece de un foco nítido. De todas formas, tras apuntar a la disparidad que existe entre los países desarrollados, con Estados Unidos a la cabeza del consumo de carbono, y los llamados en vías de desarrollo como los de América Latina, citó una definición de la periodista e investigadora canadiense  Naomi Klein para destacar que en estos últimos países rige el modelo del “extractivismo progresista”. “Tanto Argentina como Brasil cedieron a esa presión muy fuerte de las potencias para continuar con esa lógica”, advirtió. Al momento de caracterizar las causas que llevaron a que el Acuerdo de Paris fuera tan exitoso en cuanto al consenso alcanzado por los países sobre la necesidad de realizar un cambio significativo en el uso de los recursos energéticos, el disertante paulista ponderó las movilizaciones que en los últimos años fueron repitiéndose por parte de la sociedad civil. En este punto marcó volvió a poner de relieve una llamativa diferencia entre los países desarrollados y los de América Latina: “Mientras que en Nueva York se realizaban protestas ambientales que condenaban el uso de recursos fósiles, en Brasil se llevaba a cabo un abrazo simbólico a Petrobras para defenderla”, ejemplificó. El sector empresarial fue, según su opinión, otro agente que propició esta toma de conciencia que promueve nuevas prácticas más amigables con el medioambiente. “El sector empresarial  no está más en una lógica socio ambiental corporativa. Hoy elabora propuestas interesantes de combate a los cambios climáticos”, dijo, y citó el auge que vienen experimentando la biomimética (innovaciones tecnológicas inspiradas en la naturaleza), el capitalismo conciente, o la economía circular y colaborativa, entre otros. 
Abramovay sostiene que, al igual que sucedió con el mercado inmobiliario, en materia ambiental nos encontramos en “una burbuja de carbono”. En tal sentido, subrayó que en función del avance de las energías renovables, los activos en fósiles están en retirada, con empresas que caen significativamente. Un dato crucial que gravitó en el Acuerdo de París fue el notable cambio en las perspectivas energéticas alentado por experiencias como las de India y China, que avanzaron a pasos acelerados y con notable éxito en la generación de electricidad sin carbón. “El desarrollo en el uso de energía solar en ambos países superó las expectativas”, acotó. Para dimensionar ese fenómeno, consignó que entre 2016 y 2022, India va a implantar en energía solar el equivalente a 6 represas de Itaipú. En contraposición a eso, mencionó que en Brasil se siguieron haciendo planes para construir grandes hidroeléctricas en el Amazonia. “Seguimos con una visión de infraestructura con el ojo puesto en el retrovisor, con prácticas típicas de sociedades donde la sustentabilidad no dirige la acciones”, reflexionó. 
Tras eso, reconoció que aunque en los últimos años fue ganando terreno la incorporación de energías renovables, es necesario dar un fuerte impulso con inversiones en ese terreno, algo que hasta el momento se hace en cuentagotas. “Es fundamental recordar que los subsidios a los fósiles son muy grandes, incluso en Argentina. Por lo tanto, comparativamente, es muy poco lo que se invierte en renovables. Eso es un punto a mejorar”, dijo. Para continuar ahondando en cómo encuentra a América Latina este cambio de paradigma energético que se abre paso a nivel mundial, Abramovay la ubicó “lejos de la frontera global de la innovación”, y para argumentarlo apeló a la lógica que sigue dominando la producción y comercialización de lo que genera la actividad agropecuaria. “Nos afirmamos en el mundo con una competencia indiscutible en la agricultura, pero con productos de muy bajo agregación de valor. Pasamos por un proceso muy preocupante de reprimarización y desindustrialización de las economías, sin desarrollar servicios de calidad importantes”, sostuvo. Y continuó: “Nuestro continente se habituó a un periodo histórico donde las ventajas comparativas eran lo más importante y a lo que se llegaba bajando los costos de producción. Hoy eso es muy insuficiente porque lo esencial en la economía del siglo XXI es que las ventajas competitivas derivan de la agregación de valor, y no de explotar recursos naturales como hacemos hasta ahora”. Sobre el final de su disertación, Abramovay destacó que el código forestal aprobado en Brasil es una buena señal porque permitió recuperar 12 millones de hectáreas de florestas y que cada productor deberá demostrar la manera en que usa el suelo, para lo que se exigen protocolos de respeto de las cuestiones medio ambientales.  “Una de las fuerzas tecnológicas de los próximos años será la trazabilidad, que hasta hace poco fue considerado una característica de lujo y que hoy aparece como fundamental para todas las actividades económicas, y más las que involucran el uso del suelo”, explicó.
Apoyándose en el concepto de “resilencia” –lema de esta edición del congreso de Aapresid- el economista cerró su ponencia instando a repensar los modos de producción y de manejo del suelo con para sumarse a la innovación. “Nuestros agricultores tienen mucho que ganar con la revolución digital, algo que quizás no llegamos a dimensionar. Es fundamental ir hacia una Internet de las cosas, es clave apoyarse en objetos inteligentes. Pero en la agricultura esto tiene que llegar también agregando valor por medio del conocimiento, de la inteligencia, y no solo por medio de reducción de costos. Necesitamos cada vez más de una agricultura regenerativa”, finalizó.
Al término de las palabras de Abramovay, “Pilu” Giraudo hizo especial mención al rol que deben tener los gobiernos en la promoción de las prácticas que tiendan a este cambio de paradigma. En ese sentido recordó que la Argentina tomó postura al respecto y que, de hecho, “ya comenzó a trabajar”. “En nuestro gobierno tenemos un Gabinete de Cambio Climático con participación de todos los ministerios para interactuar. No queremos estar en esa frontera de la innovación: tenemos internalizado que nosotros podemos ser parte de la solución con el aporte de la tecnología y las prácticas”, concluyó.